Se realizó el primer Encuentro Interprovincial de Arte/Política: «La Calle es Nuestra» donde se encontrarón colectivos artísticos, intervencionistas, y grupos que vienen trabajando -desde la comunicación y la cultura- nuevas formas de hacer e instalar discursos políticos mediante diferentes lenguajes y acciones.
El encuentro propuso escribir la historia en primera persona, recuperando la experiencia del arte/política en todas las provincias que participan: Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Río Negro, Chaco y Santa Fe.
Se coordinó la continuidad de la red y la realización de acciones en común. Y se elaboró un documento conjunto que se publica a continuación:
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Este el resultado de dos días de discusión en el Primer Encuentro InterProvincial de Arte/Política, el 25 y 26 de septiembre en el Colegio Manuel Belgrano de la Ciudad de Córdoba.
El Encuentro fue producto de un proceso de articulación que comenzó a mediados de 2009 entre colectivos de Córdoba, Mendoza y La Plata, donde se realizaron instancias previas de discusión y fortalecimiento de los ejes planteados. Este encuentro además conto con la participación de colectivos y personas de Chaco, Cipoletti, Buenos Aires y Rosario.
DOCUMENTO DE DISCUSIÓN
(no sólo) La Calle es Nuestra
Utilizamos para nuestra convocatoria los términos de ARTE/POLITICA sabiendo que era un concepto conocido pero controvertido. Entonces nos preguntamos ¿tiene sentido el término? ¿Define nuestras prácticas o las restringe? ¿Es una construcción hegemónica? Si no da cuenta completamente de nuestras acciones ¿Lo resignificamos ? ¿Cómo? ¿lo abandonamos? Si como términos no pueden separarse ¿cómo nos interpelan? ¿Tiene que incluir otras prácticas, otros relatos?
De acuerdo al espacio en el que se dispute, se juegan diferentes tensiones al interior de esos conceptos. Lo político en nuestras prácticas artísticas no viene dado sólo por el contenido, sino por el espacio donde se insertan nuestras producciones, las formas de trabajo, los criterios de articulación, las formas de autogestión, si nos definimos como trabajadores del arte y la cultura o no, y cómo pensamos al sujeto al que van dirigidas nuestras acciones, y con quiénes las construimos.
Vemos nuestras prácticas inmersas en el espacio público, que no reducimos a los espacios físicos, sino que pensamos incluye todas las experiencias de disputas simbólicas en lugares comunes, desde la calle y nuestras paredes, hasta los espacios emergentes como internet y las redes sociales, incluso los medios de comunicación. El título del encuentro no buscó reducir el espacio público a la calle, (no sólo la calle es nuestra), sino que recuperamos la metáfora para reivindicar la calle como espacio de luchas populares y como lugar de encuentro y construcción con el otro.
No pensamos que los espacios públicos lo sean por el simple hecho de definirse como tales, sino que los consideramos un espacio de disputa; muchos de ellos atravesados por la tensión entre lo público y lo privado, mercantilizados, reglamentados por normas visibles que determinan nuestras acciones y por lógicas más sutiles que regulan lo que se puede o no se puede hacer y qué espacios nos pertenecen y cuáles no, pero aún así, un espacio de intervención posible.
¿Qué define a un espacio como púbico? ¿La propiedad, la apropiación, las políticas de estado, su carga simbólica? ¿Qué se disputa? Se disputa la identidad y la pertenencia, las posibilidades de reconocimiento con el otro, su carácter público, en definitiva, una fuerte disputa simbólica.
Es un espacio donde se visibilizan las luchas, un lugar de encuentro y movilización. Por eso es fundamental la caracterización de contextos y espacios. Cada lugar exige distintas herramientas y estrategias de intervención en función del conocimiento del terreno, los objetivos propuestos y el posible destinatario. El trabajo interdisciplinario permite una caracterización más profunda del terreno, lo que nos lleva a percibir el agotamiento de estrategias y herramientas tradicionales y a la necesidad de crear nuevas formas y nuevos lenguajes.
En una sociedad donde priman prácticas y significaciones hegemónicas como el patriarcado, el monoteísmo, las relaciones sociales capitalistas, la relación instrumental con la naturaleza, pensamos que nuestras prácticas se inscriben en un proceso de resistencia y construcción de contrahegemonía. No asumimos la categoría como algo dado, sino que la consideramos como un concepto móvil, construido de acuerdo a las prácticas y al análisis de las diferentes coyunturas. Asumimos esa categoría como un concepto múltiple y cambiante en el tiempo y espacio, que nos interpela también al interior de nuestras prácticas colectivas e individuales. Algunas posiciones encuentran pertinente definirse como contrahegemonícas y otras prefieren hablar de una hegemonía alternativa, para no construir sólo en oposición a determinados ejes sino pensar los propios. De todos modos, no es una discusión resuelta, porque muchos pensaron la contrahegemonía también como una construcción propositiva.
Concretamente, las prácticas que pensamos como contrahegemónicas/hegemonía alternativa son la socialización y construcción de herramientas y conocimiento, la posibilidad de sostener las luchas en el tiempo, la desnaturalización y extrañamiento de las prácticas hegemónicas, la producción colectiva y la articulación con otros actores, que permite abrir el campo de lo cultural hacia otros espacios de lucha y ampliar el sujeto de transformación política. No son los medios y herramientas portadores de hegemonía en sí mismos, sino el uso que se les de. También constituye una práctica contrahegemónica/hegemonía alternativa la generación de nuevas prácticas y discursos, y en ese sentido este tipo de encuentros puede considerarse una práctica de resistencia y construcción de hegemonía alternativa /contrahegemónica.
¿El arte es transformador por sí mismo o son las prácticas las que tienen un potencial transformador? Si preguntamos por el rol social del arte, no es porque estemos presuponiendo un rol definido, sino porque buscamos abrir el juego para pensar otros roles que los hegemónicos. ¿Pensamos al arte como herramienta? ¿Como un lenguaje posible que genera discursos? ¿Como un modo de conocimiento? ¿Como un frente de lucha en donde se articula con otros lenguajes?
De todos modos, pensamos que nuestras acciones exceden el concepto de arte y se definen como prácticas culturales en la medida que incluyen las prácticas comunicacionales, de educación popular, etc.. En ese sentido, las acciones que pensamos transformadoras desde el arte y la cultura son, entre otras: fomentar redes, socializar herramientas, crítica hacia el interior de las prácticas artísticas, des-naturalizar relaciones sociales de dominación, interviniendo en el campo de lo simbólico.
Por eso, para darle continuidad iniciamos un proceso de historización, mapeo y archivo, la construcción de una red que nos articule, que permita la socialización de herramientas, y la construcción de una agenda común. Con todo esto que estamos contruyendo, damos los primeros pasos en un camino de encuentro en el que escribimos la historia en primera persona.